Veranos de limón

Ella se levanta con la boca seca y el corazón dolorido.

Ella se levanta con la boca seca y el corazón dolorido.

Él se pasa las mañanas amarrado a su guitarra, tocando como si se le fuera la vida.

Ella mira por la ventana en busca de una solución a sus días, a su melancolía…

Él la busca entre la gente cuando sale a pasear, y ella no es consciente de lo presente que está en el mundo, de lo viva que está en cada segundo. Se siente sola.

Y piensa en que qué más da vivir o sobrevivir, andar por la vida o volar.

Qué más da, si al fin y al cabo, las horas pasan y nunca pasa nada.

Y se para en un semáforo y se abrocha su abrigo; mientras que va desechando cada esperanza por cada botón que se ata.

Y él la mira desde una mesa de la cafetería de la esquina, a través de un cristal inmenso y fuerte, y parece que la ve desde otra dimensión. La ve alejarse, mientras toma el café sorbo a sorbo, poco a poco,…

Y quizás vivamos así, inconscientes de  lo que despertamos a nuestro paso, de lo que perdemos en el camino, de las cosas que no conocemos, de las gentes que nos gustaría conocer.

Pero qué más da si nunca pasa nada, qué más da si él no se levanta y deja que el café se enfríe, qué más da si corre o no hacia el semáforo y le grita por quién sabe (Y a quién le importa) qué nombre.

Qué más da si ella no se gira y no contesta, qué mas da vivir o sobrevivir, si cruzamos ignorantes un semáforo, y no sabemos lo vivos que estamos en ese preciso instante…