Recuerdo esa noche en tu cama.
Sin sonrisas, sin besos, ni caricias aceleradas.
Sólo tú, yo, y esa desesperanza,
esa desesperanza y esa decepción de quien ve la cara oculta de la luna
y no le gusta.
No quedaban palabras, ni palmadas en la espalda.
No quedaban miradas compasivas, ni abrigo que nos arropara.
Sólo tú, yo y ese llanto sin consuelo.
Tuyo, mío, nuestro.
Recuerdo que nos venció el cansancio de tanto llorar.
Recuerdo que despertamos abrazados.
Y ya no fuimos tú y yo, sino nosotros.
Fuimos nosotros hasta el final.
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